Como un niño que
estrena dolores nuevos, voy
del llanto a los
silencios, sorprendido
por un tímido
aullido que creía
ya marchito,
apagado.
Y al final sólo
hay
un pequeño
dolor;
hay,
ay,
algo que no
resiste la voz de los recuerdos, llamarada,
como zumbido
sordo o como ruido,
una luz
encendida en el fondo
de un túnel
conocido,
apenas un
crujir,
un ademán,
dolor
hay,
ay.
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