Lo vi en un documental de La
Dos;
parece ser –lo
dicen los expertos–
que aún a día de
hoy queda un misterio:
el de la
floración de los bambúes.
Estas plantas leñosas crecen toda su vida
como flautas
inciertas o huesos infinitos,
crean tupidos
bosques en los que se alimentan
esos seres de
cuento que son los osos panda
y millones de
humanos sobreviven
de su tala, la
venta de sus cañas,
el consumo de
hojas y otras manufacturas.
No se sabe muy bien, pero parece
-lo dicen los
expertos- que algunas de estas plantas
crecen veinte
centímetros diarios;
otras, mientras,
pueden llegar a
tener largos ciclos
de crecimiento,
no se sabe cómo
de largos, ni
por qué.
Pero el mayor misterio que rodea al bambú
es el de su
destino.
Un día, sin saber cómo ni cuándo,
florecen los
bambúes.
Es el momento álgido de la vida de todos,
el de la
floración.
Pero sucede que –nos dicen los expertos–
los bambúes cuando florecen mueren.
Estamos rodeados de metáforas tétricas,
lo dicen los
expertos.
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