Esta
fascinante novela gráfica, un acercamiento al mundo interior de una afectada por el síndrome obsesivo compulsivo, pone en boca de uno de sus personajes principales -bebedor, filósofo, víctima de acoso, reparador de lavadoras, afectado por una apoplejía, al fin- la siguiente afirmación:
"El ego es el precio que pagamos por la poesía". Sin ego no hay emociones, sin emociones no hay poesía.
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