Era ese ardor primero
que quemaba por dentro, iluminaba
mis entrañas oscuras, transmutando
mis vicios en virtudes.
En mis manos nacían cicatrices,
y tu boca sellaba
el silencio del mundo alrededor.
Los veranos tenían
su propio calendario, lleno de días rojos,
y las horas pasaban
repletas de minutos que perder.
Recuérdalo por mí, que no lo olvido,
digo, a través de mí, de mi mirada,
recuérdalo conmigo, para mí,
ese ardor que incendiaba nuestros días
y apagaba la luz bajo tu vientre.
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