Estamos condenados a la luz y al fracaso.
Tenemos en las manos
levedad de paloma en las estatuas
y brillo de pupila al despertar.
Tras el telón vigila
el espía de nuestras pesadillas,
dispuesto siempre al llanto y al bramido,
dispuesto a la nostalgia.
Conocemos el mundo con calidez de musgo
mórbido, con lamento
de asesino empujado por el hambre. Nos trepan
por las piernas temblores y caricias. Padece
nuestra progenie idéntico destino.
Estamos condenados a la luz
que revela regazos
para la incertidumbre.
Estamos condenados al fracaso
de conocer lo bello y el olvido.
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