Sangran mis ojos
torrentes que confluyen en un charco de púrpura
quietud, en esas noches
en que todo en ti es lágrima
y la pena es la casa en que demoras
tu venida hacia mí.
Alcánzame la mano.
Vierte en mí tu sollozo inconsolable,
el temblor de tu labio tan deseado.
Te prometo calor, tiempo y silencio
hasta que la mañana llegue en brazos
del olvido hasta ti.
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