miércoles, 18 de octubre de 2017

Ángel de San Mateo

Trina un pájaro al otro lado de la ventana. Ignoro
su aspecto, su tamaño, su nombre (tendrá varios,
nombres vernáculos como chozas de pastores o
cantares infantiles). Ese pájaro
que canta y que me alegra, podría
despertar en mí un interés científico
si lo viera acompañado de la persona
adecuada, pero también podría
ser odioso si su canto incesante
hubiera roto mi sueño en la mañana
morosa de un domingo. Más aún, ese pájaro
podría haber sido alimento de mi abuelo
en el invierno final del 38, o veinte años atrás,
en un pueblo que hoy yace abandonado,
pájaro cazado con liga, nido asaltado
para cegar sus ojos con una juma
y oír su choque sordo contra el muro de piedra
de la iglesia. Ese pájaro
que yo no sé nombrar
ni imaginar, que no ha sido cazado,
que no ha sido comido, que no odio
pero tampoco estudio, es tan solo
el que dicta a mi oído este poema
largo que no habla de nada,
porque no sé nombrarlo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario