En el año 2003 se acercaba el fin del aznarato. La indignación ciudadana crecía entre el Prestige, la guerra de Irak o el tamayazo. Los ciudadanos no adictos al régimen éramos tachados de
perros que ladran su rencor por las esquinas, de vagos cuando hacíamos huelga. La cosa no mejoró cuando en 2004, golpeados brutalmente por el terror, se nos llamó malos españoles por querer saber la verdad.
Mientras, yo buscaba refugio en la vida que empezaba a construir, con una, dos, tres mudanzas en las que parte de mi pasado se iba perdiendo, convertido en cenizas, como en ese dicho inglés que señala que "tres mudanzas equivalen a un incendio"...
Aquí está, ardiendo todavía, el resultado de aquel incendio.
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