Una vez más la enfermedad de invierno,
persistente,
inflamando el adentro de mis hijas, quemando
sus pesadillas con un rumor seco,
abriendo válvulas desconocidas
con la sustancia con la que se hace el asco,
nutriéndose de mi descanso,
impidiendo
que puedan despedirse de mi abuelo
en la víspera exacta
del día de su muerte.